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El emperador va desnudo y yo he dejado de reirme

Madrid 2020, fin del sueño y comienzo de la pesadilla. Tras la borrachera injustificada previa a la adjudicación de la sede olímpica (sí, éramos los mejores hasta que alguien nos bajó del pedestal), en Internet comienza otra fiesta: la del escarnio público de Ana Botella, por su inglés, su forma de hablar en público y su "relaxing" café con leche.

Pasado el soponcio inicial, yo ya he dejado de reirme. Y me detengo a reflexionar sobre lo que ha pasado. No me voy a meter con el nivel de inglés de nadie, puesto que yo sé el esfuerzo que me ha costado aprender el inglés que manejo en la actualidad. Y valoro el esfuerzo de alguien que se planta en público a hablar en inglés, por mal que lo haga, sabiendo además que la inmensa mayoría de los que se ríen serían incapaces siquiera de intentarlo.

Pero creo que sí es necesario analizar algo el contenido de la intervención de Ana Botellla. Primero pienso que todo es fruto de la mediocridad política que nos rodea. Que los políticos actuales aprenden no a hacer política, sino a medrar en un partido merced a las conexiones personales, y que para ocupar un cargo público no hace falta convencer a los electores, sino sólo a un elector: al que te elige para que vayas en la lista del partido.

Reflexiono además sobre el hecho de que nuestros políticos forman sus equipos no necesariamente con profesionales, sino con otros miembros del partido cuya mayor virtud es la de saber aplaudir al jefe en el momento oportuno y que han sido colocados como directores de gabinete, jefes de prensa y demás. Así -me digo a mí mismo- se puede explicar que nadie levantara la voz gritando "¡El emperador va desnudo!", cuando en los ensayos se decía aquello del café con leche en la Plaza Mayor. ¿Quién se va a atrever a decir que aquello era ridículo? ¿quién va a poner en juego su puesto de trabajo?

Pero mi asombro es aún mayor cuando me entero (y me entero tarde, por cierto) de que toda la puesta en escena, la preparación de los discursos y el asesoramiento para la presentación de la candidatura olímpica era el fruto del trabajo de un gurú de la comunicación americano, supuesto especialista en preparar presentaciones olímpicas, que imagino que habrá cobrado un pastón por su trabajo (quizá debería devolverlo, viendo el resultado).

El amigo americano, Terence Burns, tienen fama de detallista e implacable. Parece que ha ayudado a varias sedes a conseguir el objetivo en el pasado y que es tan quisquilloso que escribe personalmente todos los discursos. Pues se ha lucido el amigo.

Y creo saber dónde está su mayor error. Los americanos, expertos en comunicación donde los haya, insisten una y otra vez en los aspectos emocionales de los discursos y presentaciones ( lo del café con leche trataba de ser un guiño emotivo, intentando que la audiencia imaginase un entorno apacible e idílico en un Madrid histórico). Terence Burns no es una excepción, tira hacia lo emocional, como él mismo indica en las entrevistas.

Pues bien, esos guiños emocionales pueden funcionar muy bien en Estados Unidos; ignoro por completo si tienen algún significado para elcentenar de votantes del COI; y estoy plenamente convencido de que suponen un fracaso estrepitoso con el crítico y cítrico público español.

Ya lo intentó Rajoy en su momento con aquel cuento de la niña que nacía en la España de Zapatero, y el tema fue de escarnio público durante semanas. Creo que no ha vuelto a cometer el mismo error.

No digo yo que los españoles no tengan emociones. Pero su forma debe ser bastante distinta a la de los americanos y otros públicos. En general, ese tipo de figuras en los discursos son ridiculizadas sin piedad (lo mismo pasa con los intentos de ser gracioso y hacer chistes en las presentaciones, suelen funcionar como un búmerang) y acaban dañando la imagen de quien suelta el discurso en primer lugar.

Espero que nuestros políticos tomen nota de esto ante cualquier intento de contratar un gurú, o cuando preparen su próximo discurso.

Actualización 12/09/2013: El amigo Terence Burns, el que inventó lo del "relaxing café con leche" se empeña en decir que eso fue excelente. Al menos reconoce que toda la responsabilidad es suya

Comentarios

Miguel Ruiz de Valbuena ha dicho que…
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Miguel Ruiz de Valbuena ha dicho que…
Efectivamente, compañero. Me temo que los árboles de la pronunciación en inglés no nos han permitido ver el bosque del contenido.

En realidad, de los tres factores de este discurso (inglés, entonación y contenido), el que me parece menos dramático es el del inglés. Al igual que tú, me resulta complicado reirme de una pronunciación en inglés y menos en una presentación ante millones de personas (o mejor dicho, ante millones de reproducciones en Youtube).

Lo que fue absolutamente patético fue el intento de entonar al estilo americano que derivó en, como leí por ahí, una especie de cuento para niños -tontos- en el parque de El Retiro. Hace falta cierta maestría, supongo, para utilizar esas inflexiones de voz. O a lo mejor lo que falta es más naturalidad y menos 'amigos americanos'. Que, por cierto, esa amistad cuesta un pastón.

Y aún así, la entonación tampoco es lo peor. Para eso, simplemente basta echar un vistazo, leído, al contenido del discurso. Olvidándonos de quién lo hizo y para qué. Simplemente, una lectura de lo que dice. Entonces, uno entiende todo.

Y no es que el Emperador vaya desnudo, es que ni se ha duchado.

Un saludo
Fabián ha dicho que…
Hola Miguel, ¿cómo es que estás tú por aquí? Encantado de recibir tu comentario (acertado, por cierto).

Un abrazo.