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Sobre ‘Gambito de Dama’: un homenaje a las grandes jugadoras de ajedrez de la historia

Ha sido una de las miniseries de más éxito de los últimos tiempos. Gambito de Dama cuenta la historia de Beth Harmon, una jugadora de ajedrez dotada de un talento extraordinario que inicia una carrera imparable en los años 50 y 60 del siglo pasado y, pese a algunos traspiés debidos más al alcohol y las drogas que al buen hacer de sus oponentes, se va imponiendo en todos los torneos y competiciones hasta que consigue derrotar nada menos que al campeón del mundo, un impecable y elegante Gran Maestro soviético llamado Borgov.

Pero no, la sonrisa de Borgov al reconocer la victoria de su oponente no es realista. A pesar de que la serie está muy bien documentada y [nimios detalles aparte] refleja bastante bien el mundillo del ajedrez, hay un aspecto en el que peca de inocente. En la machista sociedad de mediados del siglo pasado, muchos jugadores, incluyendo sus compatriotas estadounidenses, no habrían aceptado con tanto donaire y cortesía la derrota. Yo creo que una Beth Harmon se habría encontrado con un entorno mucho más hostil que el que se muestra en la serie.

Hou Yifan
Gambito de Dama ha tenido la virtud de poner de nuevo de moda el ajedrez y de poner de manifiesto el enorme desequilibrio que todavía existe en este juego. A día de hoy, en el ranking de la FIDE (Federación Internacional de Ajedrez) solo hay una mujer entre los 100 primeros jugadores. Se trata de la actual campeona del mundo, la jugadora china, Hou Yifan.

Para romper este desequilibrio una de las muchas cosas que hacen falta son referentes. Sin duda Beth Harmon y Gambito de Dama nos ofrecen uno, pero lamentablemente es de mentirijillas, así que corresponde preguntarse qué grandes ejemplos femeninos reales hay en este juego y tratar de descubrir sus historias. Y por supuesto que hay ejemplos, ¡vaya si los hay!

Judit Polgar

A la memoria viene inmediatamente el caso de las hermanas Polgar: Zsuzsa, Szófia y Judit. Las húngaras asombraron en el mundillo del ajedrez en los años 90 y principios de este siglo y se colocaron en lugares de honor en las competiciones. Dos de ellas (Zsuzsa y Judit) consiguieron el título de Gran Maestro(*). Judit, la menor de las tres, lo obtuvo con solo 15 años, siendo en aquel entonces la persona más joven que lo había logrado hasta el momento. También fue la persona más joven en conseguir entrar en la lista de los 100 primeros jugadores del mundo y ha sido la única mujer que ha tenido realmente opciones de ganar el título mundial absoluto. En su haber cuenta con victorias sobre muchos campeones, entre ellos los míticos Anatoly KarpovGarry Kasparov y el actual campeón del mundo Magnus Carlsen. Judit no solo compitió con la élite, sino que estuvo en lo que podemos denominar la “superélite”: ese pequeño grupo de 15 o 20 jugadores que en un momento dado dominan el panorama del ajedrez mundial.

Antes de las hermanas Polgar hay otros dos referentes muy significativos. El primero es la jugadora georgiana Nona Graprindashvili, que brilló en los años 60 y 70 y que fue la primera mujer en obtener el título oficial de Gran Maestro. Hay una anécdota que ilustra muy bien lo que es jugar en un entorno machista. Nona se enfrentaba a uno de los mejores jugadores de aquellos años, el inmenso Mikhail Tal. En un momento dado, la georgiana empezó a tener serios apuros de tiempo, y el buenazo de Tal, no pudiendo evitar cierta actitud protectora y paternalista hacia la jugadora, “olvidó” presionar su propio reloj en un par de ocasiones, regalándole segundos y minutos de reflexión. Nona levantó la cabeza, le miró a los ojos y le dijo: “si vuelves a hacer eso, abandono inmediatamente”. No, una campeona no acepta concesiones (**). Con sus actuales 80 años de edad, sigue en activo, participando en competiciones.

Nona Graprindashvili

El segundo referente es su sucesora, la también georgiana Maia Chiburdanidze. También obtuvo título de Gran Maestro y tampoco se conformó con participar en competiciones femeninas. En su época de esplendor, en los años 80, compitió con éxito en muchos torneos absolutos, quedando siempre en buenas posiciones y ganando algunos de ellos. En su día, Maia fue la primera mujer en ingresar en la lista de los 100 primeros jugadores del mundo.

Maia Chiburdanidze
 

El Club Vera Menchik

Vera Menchik

Pero tenemos que retroceder mucho más en el tiempo para encontrar el primer antecedente real de Beth Harmon. Y nos tenemos que situar unos 30 o 40 años antes de la era que retrata la serie. Se trata de Vera Menchik a quien le corresponde, sin duda, un lugar de honor entre las jugadoras de referencia. Esta jugadora nacida en Rusia, de padre checo, madre inglesa y nacionalidad británica (***) fue la primera campeona mundial femenina de la historia. Se impuso en el campeonato de Londres de 1927 y revalidó su título de forma implacable en todos los campeonatos del mundo femeninos en los que participó en los años 30. Su rendimiento es espectacular. En estos torneos cosechó 87 victorias, 11 tablas y tan solo 4 derrotas.

Vera no se conformó con participar en campeonatos femeninos y arrasar en ellos, sino que también participó en competiciones contra los mejores jugadores hombres de aquellos años. Su debut en estas lides se produjo en el Torneo de Carsbald de 1929.

Participantes en el Torneo de Carsbald, 1929

Fue un torneo imponente. En la foto vemos a una joven Vera (tenía 23 años) casi arrinconada en la esquina, mientras que los grandes hombres del ajedrez de los años 20 y 30 copan la imagen. Se distingue bien al legendario Capablanca (en la cuarta silla por la izquierda). No soy capaz de identificar correctamente a los demás, pero entre ellos están Nimzowitsch –que resultó el ganador del torneo- Spielman, Rubinstein, Vidmar, Euwe, Bogoljubow, Grünfeld, Tartakower, Maróczy, Sämisch, Marshall… Para los no aficionados al juego, estos nombres quizá no signifiquen nada, pero para los jugadores son pura magia. Son lo más granado del ajedrez de los años 20 y los años 30, siendo las únicas ausencias destacables las de Alexander Alekhine, en aquel momento campeón del mundo, y Emmanuel Lasker, cuyo momento real de gloria había tenido lugar en las dos primeras décadas del siglo.

Vera no realizó un gran torneo y quedó en última posición. Pero fue meritorio que fuese invitada y que aceptase participar, puesto que se encontró con la abierta hostilidad de muchos de los jugadores, quienes debían considerar casi ofensivo tener que enfrentarse a una mujer. Varios de ellos protestaron por la participación de Vera y uno, el austriaco Albert Becker quiso ridiculizar su participación con una ocurrencia machista. Becker propuso la creación de un club masculino, el Club Vera Menchik, en el que solo entrarían los jugadores [hombres] que fuesen derrotados en torneos por nuestra campeona.

El destino produce a veces resultados de justicia poética. Becker fue derrotado por Vera Menchik en el mismo torneo de Carsbald y le cupo el honor de ser el primer miembro de este club ficticio (muchos le consideran, de hecho, su presidente). Por el resto de su carrera, Becker es hoy en día un perfecto e irrelevante desconocido.

A lo largo de los años, otros muchos jugadores de relieve ingresaron en este selecto club. Entre ellos cabe mencionar a Max Euwe (que fue campeón mundial entre 1935 y 1937) y otros nombres muy destacados como Samuel Reshevsky (uno de los niños prodigio de la historia del ajedrez) o Harry Golombek (un tipo lo bastante listo como para formar parte del equipo que rompió los códigos de la máquina de cifrado alemana Enigma durante la Segunda Guerra Mundial). En esta página web han recopilado hasta 41 nombres de maestros derrotados por Menchik.

Nuestra protagonista murió durante la Segunda Guerra Mundial con tan solo 38 años de edad. Quizá con más tiempo nos hubiese mostrado otros muchos éxitos. En todo caso, le corresponde el honor de haber sido la primera mujer que compitió en la élite del ajedrez mundial.


Una cuestión de principios

Dejo para el final la que es, a mi parecer, una de las mejores historias del ajedrez femenino reciente. Se trata de un caso que voy a personificar en las hermanas ucranianas Mariya y Anna Muzychuk, aunque otras jugadoras también participaron en este acto de rebeldía. No se trata de resultados deportivos, sino de la actitud y los principios.

Las dos hermanas dominaron los tableros en las competiciones femeninas entre 2015 y 2017, disputándose los títulos con las emergentes jugadoras chinas. Uno de los problemas del ajedrez, y más acuciante aún en el femenino, es que no abundan los patrocinadores y, por lo tanto, hay poco dinero. Para una jugadora de relieve, renunciar a la posibilidad de un premio es, por lo tanto, una decisión grave.

Mariya, junto con la jugadora estadounidense Nazi Paikidze, que fue realmente la primera en protestar, protagoniza el primer episodio de este tipo de renuncia por una cuestión de principios. En 2016 había perdido el título mundial contra Hou Yifan y en 2017 le habría correspondido volver a competir por el título. Pero decidió seguir el ejemplo de Paikidze y no jugar el campeonato mundial que se celebraba en Teherán, Irán, porque las jugadoras estaban obligadas a llevar hiyab. Mariya renunció así a una posibilidad realista de recuperar el título mundial, puesto que Hou Yifan tampoco participó (aunque en su caso por desavenencias sobre el sistema de competición).

Su hermana Anna sí que compitió en aquella ocasión, pero se lo debió pensar bien para la siguiente oportunidad. Ese mismo año se celebró en Riad, Arabia Saudí, el campeonato mundial de ajedrez rápido (menos de media hora por jugador) y relámpago (menos de 5 minutos), tanto en la categoría femenina como absoluta.

Anna Muzychuk era la campeona mundial en ambas modalidades y, a pesar de que su decisión conllevaba perder ambos títulos (y la posibilidad de obtener un razonable premio en metálico), optó por no participar a modo de protesta por la consideración que en Arabia Saudí se tiene hacia las mujeres.

En la imagen, el post de Facebook en el que anunciaba su decisión.


Aquel campeonato de Riad fue polémico por esto y por el hecho de que se negó el visado a jugadores israelíes. Hay que reconocer, sin embargo, que en Riad no se obligó a las jugadoras a llevar abaya, hiyab o velo dentro de la sala de juego (aparentemente sí en el exterior), pero es evidente que la renuncia de Anna, Mariya y otras jugadoras a títulos y premios va más allá de una cuestión formal de vestimenta.

La cuestión es más bien de principios: reivindicar para la mujer el puesto que le corresponde en la sociedad. Ni más, ni menos.

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(*) En ajedrez no existen competiciones masculinas propiamente dichas, sino femeninas y absolutas. Cualquier mujer puede competir por el campeonato mundial absoluto, que en la actualidad ostenta Magnus Carlsen, pero los hombres no pueden competir en los femeninos. El título de Gran Maestro (realmente Gran Maestro Internacional) es un título vitalicio, es el máximo reconocimiento que otorga la Federación Internacional y se obtiene en función de resultados deportivos concretos. Existe un título de Gran Maestra específico para mujeres, pero el obtenido por Nona Graprindashvili, Maia Chiburdanidze, Zsuzsa Polgar, Judit Polgar y otras jugadoras posteriores es absoluto.

(**) La anécdota la cuenta el propio Mikhail Tal en su divertidísima autobiografía Al Ataque

(***) Realmente Vera llegó a competir con tres nacionalidades diferentes, la rusa, la checa y la británica.

Comentarios

CHERRY OG efectos ha dicho que…
Solo destacar que ella es argentina, hermosa y muy talentosa!!