Madrid 2020, fin del sueño y comienzo de la pesadilla. Tras la borrachera injustificada previa a la adjudicación de la sede olímpica (sí, éramos los mejores hasta que alguien nos bajó del pedestal), en Internet comienza otra fiesta: la del escarnio público de Ana Botella, por su inglés, su forma de hablar en público y su "relaxing" café con leche. Pasado el soponcio inicial, yo ya he dejado de reirme. Y me detengo a reflexionar sobre lo que ha pasado. No me voy a meter con el nivel de inglés de nadie, puesto que yo sé el esfuerzo que me ha costado aprender el inglés que manejo en la actualidad. Y valoro el esfuerzo de alguien que se planta en público a hablar en inglés, por mal que lo haga, sabiendo además que la inmensa mayoría de los que se ríen serían incapaces siquiera de intentarlo. Pero creo que sí es necesario analizar algo el contenido de la intervención de Ana Botellla. Primero pienso que todo es fruto de la mediocridad política que nos rodea. Que los políticos a
"La ideología es una camisa de fuerza que impide el fluir del libre pensamiento" (Américo Castro)