Me pregunto a menudo por qué nos resistimos a cambiar las cosas por otras que son evidentemente mejores, más rápidas, más eficientes y más baratas. Tenemos un extraño apego cultural y social a instrumentos, procedimientos, objetos y herramientas que hace tiempo que pueden ser sustituidos y que, incluso, pueden ser considerados obsoletos. He aquí algunos ejemplos: Mucha gente sigue prefiriendo tener un programa residente en el ordenador para gestionar el correo electrónico. Eso te obliga a consultar el correo siempre desde el mismo ordenador o, incluso, a utilizar diferentes cuentas de correo dependiendo de si estás en casa o no. En mi opinión, los sistemas de correo directamente en la web son infinitamente superiores. Hace tiempo que resulta evidente que es más seguro tener los documentos en una red que en un ordenador personal . Sin embargo, muchos seguimos teniendo el disco duro del ordenador como sede de los documentos principales y, si somos cuidadosos, tenemos un backup en un ser...