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El año de la ciclogénesis explosiva

En los últimos días del año 2013 una noticia recorrió los informativos: el año iba a acabar con una ciclogénesis explosiva. Un término, que si bien se refería únicamente al tiempo atmosférico, a mí me pareció muy descriptivo de lo que había sido el año entero en todos los sentidos. Un año de crisis, de miedo, de conflicto, de paro, de hipocresía por parte de los políticos... por un momento parecía que algo grandioso iba a ocurrir en diciembre, que la ciclogénesis explosiva iba a barrer todo lo que encontrase a su paso y acabaría una época entera para dar paso a un tiempo nuevo.

Pero pasaron las fiestas, pasó diciembre, llegó el año nuevo y el ritmo cansino de las informaciones que nos recuerdan a diario la mediocridad de nuestro entorno volvió a adueñarse de las páginas de los periódicos y los minutos de radio y televisión. La corrupción en las cercanías de la Casa Real, la imputación de la Infanta, los flecos de la trama Gürtel, los ecos del escándalo de los EREs en Andalucía, el desenfreno en UGT con los fondos para la formación, el recuerdo del caso Bankia y las preferentes, la ignominiosa memoria de Bárcenas y la sombra de sospecha que oscurece todo el panorama político, la tensión por el independentismo en Cataluña y un largo etcétera son las noticias de 2014, como fueron las de 2013.

Quiso el azar que yo terminase el año leyendo un libro excepcional. Me refiero a Todo lo que era sólido, un lúcido ensayo de Antonio Muñoz Molina  que se centra en los cambios que se han producido en España sobre todo en los últimos 10 ó 15 años, pero que por extensión refleja también lo acontecido en términos generales desde la transición, desde una época de ilusión y promesas a otra de desengaños, desde un tiempo de ideales a otro tiempo en el que predominan la desidia y la desesperanza. Y repasa los tiempos intermedios, con especial énfasis en la locura económica de la década prodigiosa anterior a la crisis en la que todavía nos encontramos inmersos.

El libro es altamente recomendable, aunque advierto que deja bastante mal cuerpo. Da la sensación de que no hemos aprendido nada, de que nuestra sociedad ha caminado ciega hacia el abismo y ahora deambula desorientada buscando un rumbo que no acaba de encontrar. Y da la sensación de que no queda mucho espacio para la esperanza, pues aunque sí hay un claro consenso a la hora de diagnosticar la situación (¡Todo está fatal!), no parece haber el mismo tipo de acuerdo a la hora de buscar soluciones.

Podría decir que cada página de esta obra es brillante, y cada fragmento (el libro está dividido en microensayos, lo que facilita mucho la lectura) está no sólo muy bien escrito, sino sobre todo muy bien pensado.

Quise subrayar algunos párrafos para publicar algunas ideas destacadas. Pero al final me encontré con que había que subrayar prácticamente todo. Dejo aquí, eso sí, la locución del primer capítulo, que es una muestra excelente de lo que el lector puede encontrar en el libro.


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