Al hilo de la noticia publicada por El Mundo sobre cómo cambian los contenidos de los libros de texto en función de los intereses políticos de la comunidad autónoma de turno, Javier Capitán nos regala un brillante texto: "El negocio de la ignorancia".
Podría destacar varios pasajes del artículo, pero me quedo con éste:
La verdad no importa, sólo lo que el que esté al mando diga que es verdad es lo que importa. Y lo triste es que tengo el convencimiento íntimo de que a la mayor parte de los ciudadanos de todas las comunidades autónomas (de todas) toda esa diferenciación de identidades se la trae soberanamente al pairo.
Ante estos tristes acontecimientos propongo que demos el paso definitivo y reduzcamos todo nuestro aparato administrativo a cuatro simples ministerios. Uno de ellos tendría que ser el Ministerio de la Verdad, así sabríamos todos de una vez por todas que Oceanía nunca ha estado en guerra con Eurasia.
Podría destacar varios pasajes del artículo, pero me quedo con éste:
... el problema no es sólo la escandalosa rebaja de contenidos, esa especie de teoría educativa en la que se aprende a base de titulares. A eso se une la visión reduccionista del mundo y de la historia, según la cual yo soy yo y mi comunidad autónoma. Este catetismo revestido con una pátina de amor a la identidad hace que todavía sea más preocupante lo que sucede en nuestra educación. No se trata sólo de que el Manzanares parezca más río que el Ebro, sino que el Ebro nace espontáneamente en cada comunidad autónoma por la que pasa, como si no hubiera un antes o un después. Así, en un clima de ignorancia provocada por los idiotas de sus mayores, los pobres chavales se encaminan a un mundo de especialistas de poco e ignorantes de mucho.Pues eso, que el Ebro nace donde diga el gerifalte de turno, la constitución existe sí o no dependiendo de donde hayas nacido o, como decían en una antigua película de batallas en la que a unos traidores condenaban a ser fusilados a las 12:00: "¡Serán las 12:00 cuando usted lo ordene, mi capitán!".
La verdad no importa, sólo lo que el que esté al mando diga que es verdad es lo que importa. Y lo triste es que tengo el convencimiento íntimo de que a la mayor parte de los ciudadanos de todas las comunidades autónomas (de todas) toda esa diferenciación de identidades se la trae soberanamente al pairo.
Ante estos tristes acontecimientos propongo que demos el paso definitivo y reduzcamos todo nuestro aparato administrativo a cuatro simples ministerios. Uno de ellos tendría que ser el Ministerio de la Verdad, así sabríamos todos de una vez por todas que Oceanía nunca ha estado en guerra con Eurasia.
Comentarios
Los cuatro ministerios son los de la novela 1984:
Ministerio de la Verdad (encargado de la propaganda)
Ministerio del Amor (encargado de la represión)
Ministerio de la Abundancia (encargado de las cartillas de racionamiento)
Ministerio de la Paz (encargado de la guerra).