La exploración de los polos es uno de los temas que más me apasionan. Y dentro de los viajes históricos relacionados con los polos, siempre me fascinó la fallida expedición de Sir John Franklin (al menos desde que tuve noticia de ella).
Este marino británico, que tenía ya experiencia en exploraciones árticas, comandó una expedición con dos barcos (El Erebus y el Terror) en busca del Paso del Noroeste, es decir, una vía navegable entre el Atlántico y el Pacífico por el norte del continente americano. La expedición partió en 1845 y, simplemente, desapareció con todos sus hombres. Todas las expediciones de búsqueda fracasaron y sólo encontraron algunas pistas en algún documento dejado por los expedicionarios en mojones levantados con ese propósito, en algunas tumbas, y en objetos recopilados por esquimales, quienes refirieron haber tenido alguna noticia de un grupo de hombres blancos que murieron de hambre y cayeron en prácticas de canibalismo. De hecho, las expediciones de rescate perdieron todavía más hombres que los que supuestamente iban a rescatar.
Las causas del fracaso de la expedición son varias: frío extremo, barcos atrapados en el hielo, ausencia de deshielo cuando correspondía, alimentos en mal estado (posible envenenamiento por plomo por culpa de latas de conserva mal selladas) y equipamiento inadecuado para soportar durante mucho tiempo las condiciones extremas a las que se iban a enfrentar. Quizá los oficiales británicos pecaron de soberbia y no supieron aprender de las prácticas de los esquimales, quienes sabían mucho mejor que los europeos cómo vestir, cómo refugiarse y cómo sobrevivir en los hielos.
Dan Simmons recrea esta expedición en su novela El Terror. Es una obra bastante entretenida y, por momentos, incluso fascinante. El autor, sin embargo, con el ánimo de darle mayor dramatismo a la historia se inventa una criatura bestial y diabólica que va persiguiendo y eliminando a los expedicionarios. Consigue hacerlo de una forma bastante atractiva e incluso, al final de la obra, hace una aproximación muy interesante a las creencias y religión de los esquimales, donde el monstruo ocupa, lógicamente, su propio lugar.
En mi opinión, la historia de los expedicionarios y sus vicisitudes habría sido lo suficientemente interesante en sí misma como para justificar la obra. De paso, eliminando los elementos sobrenaturales, la novela podría haber sido algo más corta (tiene más de 800 páginas), lo cual habría sido de agradecer.
Hay otro elemento que creo que resulta algo abusivo en el relato. Dan Simmons utiliza recurrentemente saltos en el tiempo, hacia adelante y hacia atrás, lo cual es un recurso estilístico atractivo. Pero al ser una obra tan larga, el recurso me ha acabado cansando un poco.
En todo caso, creo que la novela es absolutamente recomendable. Respeta bien lo que se conoce de los hechos históricos, es muy entretenida e incluso absorbente y está escrita con una soltura envidiable y bastante riqueza lingüística (una pena que la edición que he leído sea un poco descuidada, pues abundan erratas y se encuentran ocasionalmente frases algo extrañas que supongo que son errores de traducción o de edición).
¡Qué la disfruten!
Comentarios
Si cuando vuelva a Madrid me da por ahí igual trato de localizar alguna y la pongo en el blog.