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Caissa, la diosa esquiva

Que Caissa, la diosa del ajedrez, es una diosa esquiva es algo que saben bien todos los aficionados al juego. Muy pocos son los escogidos por la diosa entre su cohorte de adoradores para el panteón de los elegidos, y el precio pagado por tan elevado honor es con frecuencia muy alto.

No sólo es difícil conquistar los favores de la diosa. Este personaje, en cuyo origen no era más que una driade (ninfa de los árboles) y que, como todos los dioses, fue elevada a los altares por sus devotos, es también esquiva para ser fotografiada. Una búsqueda por Google nos ofrece apenas un puñado de representaciones gráficas. Muestro aquí algunas:






A mí ninguna de estas imágenes me acaba de convencer. La más conocida y repetida es la última, un óleo cuyo autor desconozco pero que se reproduce en muchas páginas web dedicadas al ajedrez.

Yo, a Caissa la imagino mucho más seductora que lo que muestran estas imágenes. Bella, seductora, inalcanzable, caprichosa e incluso algo cruel.

Los orígenes de Caissa se encuentran en un poema en latín escrito en el siglo XVI, reescrito en 1763 por el filólogo Sir William Jones, quien también publicó una versión en inglés. En el poema, Ares, dios de la Guerra, busca el favor de la ninfa Caissa, quien lo rechaza. Ares (o Marte, según versiones) busca el apoyo del dios del deporte, Eufrón (ignoraba su existencia hasta hoy día), quien crea el ajedrez como regalo para Ares con la intención de ganar el favor de la Ninfa.

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