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Atrapado por las cenizas

Pues sí, he aquí que estoy en Düsseldorf, una preciosa pero pequeña ciudad del norte de Alemania, atrapado por las cenizas de un volcán islandés cuyo nombre no soy capaz de recordar.

Un buen momento para resucitar el blog -por segunda vez-, aprovechando que la programación del Canal Andalucía que ponen por la tele es desde todo punto de vista "invisible".

El día, para olvidarlo. Intenté a primera hora encontrar una ruta en tren para volver a Madrid (son más de 1.700 kilómetros). No ha habido manera, las hordas de furibundos viajeros aéreos se me habían anticipado en media Europa y, aunque bien habría podido salir de Düsseldorf, era dudoso que llegase a París y del todo punto imposible encontrar un billete de París a Madrid (o a Barcelona). Algunos compañeros han tenido más suerte y han conseguido volver a sus lugares de origen cambiando varias veces de tren y, en algunos casos, atravesando varios países.

En el aeropuerto, curiosamente, reinaba una tranquilidad palpable. La resignación ante lo invevitable ha sido la tónica general. Eso sí, no me ha servido de nada porque mi vuelo está cancelado y no hay visos de que este fin de semana sea factible el regreso.

Y en el aeropuerto he podido ver también qué es lo que marca la diferencia entre unas líneas aéreas y otras. Había una inmensa cola ante el mostrador de Lufthansa, donde he pasado un par de horas. De cuando en cuando se acercaba el personal de tierra de la compañía con bebida y comida, incluso café, para hacer la espera, si bien no menos aburrida, al menos no tan hambrienta. Intuyo que en las líneas de bajo coste, de comida "nein de nein".

Mañana me acercaré otra vez por la estación de tren, a ver si encuentran una ruta milagrosa o algo.

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