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El Reloj de Mr. Darwin, de Juan Luis Arsuaga, y un pequeño homenaje a Malthus

El Reloj de Mr. Darwin es el último libro de Juan Luis Arsuaga, reconocido paleontólogo, codirector de los yacimientos arqueológicos de Atapuerca y notable divulgador científico.

No me ha parecido su mejor libro, la verdad. He tenido la oportunidad de leer algunos otros que me han resultado mucho más impresionantes. En este caso me ha dado la sensación de que la obra es un poco de relleno, una oportunidad editorial para sumarse al carro del centenario de Darwin, que obviamente no se podía desaprovechar. Se trata, básicamente, de un relato sobre el proceso que llevó al naturalista inglés a desarrollar la teoría de la selección natural para explicar la evolución de las especies. La obra está llena de apuntes biográficos (sin llegar a ser una biografía), de referencias a las teorías de otros científicos que indudablemente influyeron en Darwin y de citas de la propia obra del naturalista. Esta faceta, la de las citas al propio Darwin, puede ser considerada un pelín abusiva (una de las citas llena 18 páginas del libro).

En todo caso, Arsuaga tiene buen oficio de escritor, por lo que el libro resulta de fácil y amena lectura, amén de muy educativo. Lo anoto por tanto en lista de los libros recomendables.

Uno de los aspectos que me ha llamado la atención es la poderosa influencia que Thomas Robert Malthus* tuvo en el desarrollo de la teoría de la selección natural.

Malthus no es precisamente un autor desconocido, se le considera el padre de la demografía moderna y uno de los predecesores de la teoría económica actual. Pero sus teorías fueron en su día muy contestadas y, en cierto modo, es un intelectual que ha quedado relegado a un segundo plano. Sin embargo, parece ser que tuvo una influencia notable sobre Darwin y también sobre Wallace, un naturalista que desarrolló la teoría de la selección natural al mismo tiempo que Darwin en un proceso independiente. De hecho, fue una carta de Wallace a Darwin la que precipitó al segundo a publicar su trabajo.

Darwin y Wallace no se copiaron mutuamente. Wallace podría haber sido reconocido como el padre de la selección natural si no fuera porque su obra fue eclipsada por el desarrollo del trabajo de Darwin, mucho más completo. Además, Wallace siguió pensando que para que apareciese el ser humano debió haber algún tipo de intervención superior que condujese la evolución hasta el objetivo de crear un ser que se sitúa muy por encima de las demás especies por su inteligencia. Darwin, sin embargo, llevó la teoría de la selección natural hasta sus últimas consecuencias, incluyendo al hombre y a su inteligencia dentro de la teoría general y negando cualquier intencionalidad al hecho de la evolución. En la selección natural no hay un objetivo, ni un plan, ni un destino. Todo es fruto de la azarosa lucha por la vida y la supervivencia.

Parece ser que fue la lectura de uno de los artículos de Malthus, Ensayo sobre el principio de la población, el detonante para que tanto Darwin como Wallace dieran con la clave de la evolución de las especies: la lucha por la supervivencia y por los recursos escasos es lo que provoca que sólo los mejor adaptados, los más fuertes, los más inteligentes, vivan el tiempo suficiente como para tener descendencia y transmitir su herencia a las generaciones posteriores.

En su ensayo, Malthus indicaba que la población humana (pero esto se puede aplicar a cualquier especie) tiende a crecer hasta los límites de los recursos disponibles. Esos recursos son, sobre todo, los alimentos, cuya producción no podría crecer al mismo ritmo que la población (las modernas técnicas agrícolas han modificado esta percepción). Por lo tanto, cuando la población supera ciertos límites, se produce una lucha por los recursos escasos y aparecen lo que posteriormente se han denominado crisis o catástrofes malthusianas: el hambre, las enfermedades, la guerra... que reequilibran la población a la baja hasta que los recursos son suficientes para mantenerla.**

Esa idea está en la esencia misma de la selección natural. Yo siempre he pensado -y sigo pensando- que Darwin es el pensador más revolucionario de la reciente historia de la humanidad. Su teoría se cargó de un plumazo milenios de ciencia, pensamiento y creencias e hizo tambalearse los cimientos de las religiones (algunas de las cuales han sabido astutamente adaptarse ante el peso abrumador de la teoría de la selección natural). Pero ahora, a la luz de lo aprendido en el libro de Arsuaga, me pregunto si en el panteón de los pensadores ilustres no debería hacerse un pequeño hueco para Malthus. Creo que quedaría bien situado a la derecha de Darwin.

*Enlazo al artículo de la Wikipedia en inglés, porque el artículo en español me parece muy pobre.
** En mis ratos de pesimismo, que afortunadamente no abundan, se me cruza por la cabeza la idea de que la humanidad se acerca a una gran crisis malthusiana, entre otras cosas porque hace mucho que no tenemos ninguna, al menos en Europa, donde la última podría ser la Segunda Guerra Mundial. Espero equivocarme.

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