Recomiendo la lectura de un "disclaimer" que se ha marcado el amigo Uriondo. Creo que hace una descripción bastante acertada de la situación a la que se ha llegado con los regalos, prebendas y detalles con los periodistas.
Su caso básicamente consiste en que las empresas tecnológicas le endosan cualquier tipo de cacharro que se les antoje con la esperanza, imagino, de conseguir alguna que otra crítica positiva a sus productos o simplemente una relación amigable con un periodista de notoria influencia. Creo que Miguel Ángel pone unos límites claros y aceptables. Acepta este tipo de cosas porque van con el trabajo. Son detalles de las empresas, cuando son un regalo, o simplemente productos que le envían para pruebas cuando vienen en formato préstamo. Cuando la empresa en cuestión dice que es un préstamo, el producto se devuelve tras haberlo probado y ya está.
Pero lo que, en mi modesta opinión, ocurre con este tipo de prácticas es que muchas empresas están tentadas de sobrepasar con creces los límites de lo admisible. Y también que muchos periodistas se creen que todo el monte es orgasmo y aceptan cualquier tipo de envío sin cuestionárselo lo más mínimo.
Yo creo que es perfectamente factible establecer unas mínimas normas para la gestión de este tipo de regalos por parte de comunicadores y de periodistas.
1) Cualquier producto que se envía a un periodista debe estar relacionado con la actividad de la empresa. Es razonable que una empresa de portátiles envíe unos cuantos portátiles a periodistas para que los evalúen, o que una editorial envíe unos libros. Lo que no está nada bien es que una empresa que se dedica, por ejemplo, a desarrollar aplicaciones para el móvil, decida regalar un día jamones de jabugo para hacer pruebas de laboratorio (eso entraría dentro de los intentos de soborno).
2) En principio soy más partidario de los préstamos que de los regalos cuando se trata de enviar productos para evaluación. Lógicamente, hay productos que una vez desembalados y probados ya no pueden ser vendidos como nuevos y no tiene sentido pedir su devolución (aunque igual algunos de estos productos podrían tener salida en tiendas outlet). Creo que por este motivo, la mayor parte de los teléfonos móviles, de los libros y, por supuesto, de los productos alimenticios, pueden quedar excluidos de la devolución (dudo mucho que si se envía un jamón de jabugo o un Vega Sicilia para pruebas de laboratorio se pueda conseguir una devolución en condiciones para ser comercializados).
3) El precio/valor del producto en cuestión es importante. No es lo mismo aceptar que te regalen un cachivache tecnológico normal y corriente que la empresa X va a poner en el mercado, un libro que la editorial Z quiere vender estas navidades o una botella de vino que la bodega Y está promocionando que aceptar un regalo que vale miles de dólares. Los límites son difíciles de establecer, pero creo que un periodista debe poder darse cuenta de cuándo el regalo se está convirtiendo en un intento de soborno.
Por último, me ha encantado la descripción de los canaperos en la nómina de Vodafone. Me ha recordado a un articulillo que escribí en este mismo blog hace algún tiempo.
Su caso básicamente consiste en que las empresas tecnológicas le endosan cualquier tipo de cacharro que se les antoje con la esperanza, imagino, de conseguir alguna que otra crítica positiva a sus productos o simplemente una relación amigable con un periodista de notoria influencia. Creo que Miguel Ángel pone unos límites claros y aceptables. Acepta este tipo de cosas porque van con el trabajo. Son detalles de las empresas, cuando son un regalo, o simplemente productos que le envían para pruebas cuando vienen en formato préstamo. Cuando la empresa en cuestión dice que es un préstamo, el producto se devuelve tras haberlo probado y ya está.
Pero lo que, en mi modesta opinión, ocurre con este tipo de prácticas es que muchas empresas están tentadas de sobrepasar con creces los límites de lo admisible. Y también que muchos periodistas se creen que todo el monte es orgasmo y aceptan cualquier tipo de envío sin cuestionárselo lo más mínimo.
Yo creo que es perfectamente factible establecer unas mínimas normas para la gestión de este tipo de regalos por parte de comunicadores y de periodistas.
1) Cualquier producto que se envía a un periodista debe estar relacionado con la actividad de la empresa. Es razonable que una empresa de portátiles envíe unos cuantos portátiles a periodistas para que los evalúen, o que una editorial envíe unos libros. Lo que no está nada bien es que una empresa que se dedica, por ejemplo, a desarrollar aplicaciones para el móvil, decida regalar un día jamones de jabugo para hacer pruebas de laboratorio (eso entraría dentro de los intentos de soborno).
2) En principio soy más partidario de los préstamos que de los regalos cuando se trata de enviar productos para evaluación. Lógicamente, hay productos que una vez desembalados y probados ya no pueden ser vendidos como nuevos y no tiene sentido pedir su devolución (aunque igual algunos de estos productos podrían tener salida en tiendas outlet). Creo que por este motivo, la mayor parte de los teléfonos móviles, de los libros y, por supuesto, de los productos alimenticios, pueden quedar excluidos de la devolución (dudo mucho que si se envía un jamón de jabugo o un Vega Sicilia para pruebas de laboratorio se pueda conseguir una devolución en condiciones para ser comercializados).
3) El precio/valor del producto en cuestión es importante. No es lo mismo aceptar que te regalen un cachivache tecnológico normal y corriente que la empresa X va a poner en el mercado, un libro que la editorial Z quiere vender estas navidades o una botella de vino que la bodega Y está promocionando que aceptar un regalo que vale miles de dólares. Los límites son difíciles de establecer, pero creo que un periodista debe poder darse cuenta de cuándo el regalo se está convirtiendo en un intento de soborno.
Por último, me ha encantado la descripción de los canaperos en la nómina de Vodafone. Me ha recordado a un articulillo que escribí en este mismo blog hace algún tiempo.
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