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Sin novedad en el frente. Diario del confinamiento, día 11: Lecciones de tiempos de crisis


Existe un juego de mesa llamado Pandemia. Es un juego excelente, muy entretenido y muy peculiar. Es un juego cooperativo. Eso significa que no se compite contra los demás participantes, sino que todos –que asumen diferentes roles como científicos, médicos, etc.- deben colaborar para evitar una serie de enfermedades que amenazan extenderse por el planeta. Todos ganan, o todos pierden.

Y ésta es quizá la primera gran lección que podemos asumir de un tiempo de crisis: que no hay ganadores frente a perdedores, que en mitad de una situación extraordinaria como la que estamos viviendo, solo la colaboración extrema puede minimizar el daño (porque, seamos conscientes de ello, ganar, lo que se dice ganar, aquí no va a ganar nadie).

Una lección que, por cierto, espero que no se nos olvide cuando la fase más aguda haya terminado. Una vez pasada la embestida inicial del coronavirus y la emergencia sanitaria, no solo tendremos una situación económica espantosa que nos obligará a seguir colaborando, sino que la amenaza de un rebrote seguirá latente durante algún tiempo, por lo que sería una locura desmantelar los mecanismos y la mentalidad de cooperación que se están construyendo ahora a toda prisa.

Resultado de imagen de el capitán a posteriori


La segunda gran lección es que, independientemente de lo que suceda, siempre aparece algún listo que lo veía venir. Y en las conversaciones que uno ve y lee fugazmente por aquí y por allá, aparece de forma recurrente la idea de que ha habido “falta de previsión”. ¡Manda huevos! Como decía aquel ministro. En las redes y en los medios han denominado El Capitán a Posteriori a todo aquel que manifiesta saber lo que habría que haber hecho. De verdad, ¿alguien ha podido prever esto?


No. La realidad es que, nadie, absolutamente nadie en este país ni en ningún otro, ha tenido la capacidad de previsión como para anticipar la compra y distribución de los 10 ó 12 millones de mascarillas y los varios miles de respiradores que se van a necesitar en los hospitales españoles las próximas semanas. Digo 10 ó 12 millones prácticamente a voleo. El único dato que tengo proviene de una información del Servicio Andaluz de Salud en la que manifestaban que el consumo era de 200.000 mascarillas por semana en los hospitales de su comunidad. Que cada cual haga sus cálculos.

Hay un tercer gran aprendizaje, que me viene a la mente por una serie de tristes comentarios que he visto en Twitter. Nunca debemos apresurarnos a la hora de juzgar a los demás. Resulta que muchos ciudadanos, probablemente orgullosos ante la oportunidad de meter en vereda a otros conciudadanos, se asoman a la ventana e insultan de modo inmisericorde a cualquiera que ven pasar por la calle. En ocasiones ha ocurrido que esa persona a la que están insultando es un sanitario que se ha pasado 15 horas trabajando en un hospital y se dirige a su casa. Sí, una de esas personas a las que nuestro concienzudo juez de la ventana dirige insultos por la mañana y aplausos a las ocho de la tarde.


No, el espíritu colaborativo no consiste en establecer una cultura de mutuo control colectivo. Si crees que alguien que va por la calle no debería estar ahí, llama a la policía y que ellos los comprueben. Pero no te lances a insultar, que está feo, ni juzgues antes de tiempo.

Hay una cuarta lección, que casi estoy por callarme por aquello de contar con alguna pequeña ventaja si vuelve a ocurrir una situación de emergencia. Pero dada mi generosidad innata la voy a compartir con todos mis lectores. En los casos de crisis, es absurdo acaparar papel higiénico y otros productos de primera necesidad. Lo que hay que anticiparse a comprar es justo lo contrario, los productos como el vino, el chocolate y otros pequeños lujos que estén a nuestro alcance.

La razón es obvia. El sistema y las autoridades van a hacer todo lo que esté en su mano para garantizar la disponibilidad de productos de primera necesidad, como el papel higiénico, los alimentos, los productos de aseo esenciales… lo que no están reponiendo son los estantes de bebidas alcohólicas y similares. Lo que puede llegar a faltar es lo que no es indispensable.

Así que ya sabes, ante la amenaza de una gran crisis, deja que otros arramblen con el Scottex y tú dedícate al Ribera del Duero y al Ferrero Roché. Te podrás dar algún que otro pequeño homenaje unas semanas después y hasta tendrás bienes preciados para intercambiar por las patatas del vecino en caso necesario.

Un día más, y ya van 11, encerrados en nuestros hogares. Y no ha habido novedad en el frente.


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