Sin novedad en el frente. Diario del confinamiento, día 18: Sobre un médico de Chechenia y unos ginecólogos españoles
Khassan Baiev
tenía ante sí un futuro muy prometedor a finales de los años 80 y principios de
los 90. Con su especialidad de cirujano plástico maxilofacial, algo menos de 30
años y un empleo - bien remunerado para los estándares soviéticos- en el mayor
hospital de Grozni, la capital de su Chechenia natal, la vida le sonreía.
Pero al poco
llegó el infierno. Las guerras ruso-chechenas
pusieron patas arriba su mundo. Él se sintió ligado por El
Juramento (así se titula su libro de memorias), ese compromiso que adquiere
un médico con el mundo al titularse y que le acompaña toda la vida. Se dedicó
durante aquel periodo a curar heridas de guerra y salvar las vidas de los
combatientes de uno y otro bando. Y también a salvar la vida de cientos de
civiles.
Su especialidad
pasó a segundo plano. En aquellos años no solo operó rostros, dentaduras y
mandíbulas. Operó piernas y brazos, realizó amputaciones, contuvo hemorragias,
cosió heridas en el vientre, en el pecho y en la cabeza.
El
Juramento es, de hecho, uno de los mejores libros testimonio que yo haya leído
jamás. Y hay un pasaje en ese libro que hoy me ha venido a la memoria.
Cuando Baiev ya se había exiliado en Estados Unidos, tuvo que ir urgentemente a
un hospital. Le sorprendió que le pidieran detalles de su seguro médico (una
pregunta que él jamás le había hecho a un paciente) y le sorprendió más todavía
que, para hacerle las diferentes pruebas, tuviese que participar un pequeño
ejército de especialistas. Que hubiese que esperar hasta el día siguiente a que
apareciese un gastroenterólogo para hacerle una endoscopia le parecía
simplemente inaudito. ¿No tenía un médico delante?
Y hoy me ha venido
a la memoria este pasaje porque me consta que, ligados por el juramento, muchos
médicos en España (y en Italia y en otros países) han dejado de lado la
comodidad de sus respectivas especialidades para arrimar el hombro y ayudar, en
lo que se les solicite, a sus compañeros. La carga principal de este combate la
están soportando intensivistas, internistas, neumólogos y otros especialistas
diversos que están luchando a brazo partido, junto con el personal de
enfermería, para sacar adelante a los pacientes. Pero en la retaguardia trabaja
también el personal de limpieza, el de cocina, el de biblioteca, el de
administración y los celadores, junto con otros muchos médicos que no se han
escondido.
No he recordado
el pasaje por casualidad. Ha sido porque mi colega de profesión Miguel Ángel Uriondo, ha tenido
el detalle de agradecer
su ayuda a los ginecólogos del hospital donde han atendido a un pariente
afectado por coronavirus. Y no, aparentemente los ginecólogos no están
atendiendo a los pacientes directamente (quien sabe si lo harán en breve), pero
sí que están ocupándose de otras tareas necesarias, como informar a los
familiares, liberando tiempo de otros profesionales. Todo ayuda.
Así que mi
aplauso de hoy de las 8:00 ha estado también dedicado a todos los médicos que,
en tiempos de crisis, están demostrando que llevan un pequeño Khassan Baiev
dentro.
Hoy, en el frente
no hay novedades dignas de mención. Pero nos mantenemos en estado de alerta.
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Admiración total a los que están al pie del cañon