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Sin novedad en el frente. Diario del confinamiento, día 47: El día de Sísifo


He intentado leer y entender, consultando varias fuentes de medios de comunicación, las peculiaridades del plan de desescalada. Sin mucho éxito, debo decir. Tras varios intentos de asumir qué se puede hacer a partir de este fin de semana, qué a partir del día 10 u 11 de mayo, qué en la segunda y tercera fases, me he quedado casi tan sabio como cuando había comenzado.

Soy consciente de las dificultades. Tratar de especificar todo lo que se puede o no se puede hacer en todos los ámbitos de la vida cotidiana a título individual y colectivo es una tarea imposible. Leyendo los artículos una y otra vez, me sentía como Sísifo empujando la piedra colina arriba. Empeñándome en un esfuerzo estéril. Casi voy a esperar a que cada día nos vayan diciendo lo que podemos hacer, e ir saliendo a la calle, poco a poco, aplicando un método de prueba y error. ¿Me atreveré a sacar la bici este fin de semana? ¿o hay que quedarse a menos de un kilómetro de casa y será motivo de sanción? Ni idea.

Además, no todo el territorio va a estar en la misma fase al mismo tiempo. Y casi podemos apostar a que Madrid va a ser una de las comunidades que más se va a retrasar en el calendario. Así que mejor no me hago muchas ilusiones y espero tranquilamente nuevas instrucciones.

De momento, para irme entrenando, en los aplausos de las ocho de la tarde me atrevo a dar dos o tres pasos fuera de casa (vivo en un chalet), como acostumbrando a mi cuerpo a la idea de que tarde o temprano tendrá que asumir el hecho de poder pasar el umbral de la puerta y no volver en unas horas. Porque, hasta hoy, soy como un canario al que se le abre la puerta de la jaula y se niega a salir. Da una sensación extraña la simple ocurrencia de salir de casa durante un largo periodo de tiempo.


Mi propia sensación de subir la piedra hacia ninguna parte no es lo que más me preocupa. Lo que me tiene en vilo es el temor a que Sísifo seamos todos, y que la desescalada que tanto hemos anhelado eche a rodar ladera abajo el fruto del inmenso esfuerzo colectivo de casi dos meses.

Me comenta una amiga, que trabaja en un hospital, que dan por hecho un repunte de los casos en los próximos días y semanas. Y da cierta aprehensión pensar que quizá durante los próximos meses veamos pasos adelante y atrás. Que la desescalada se tenga que frenar y se convierta en una nueva escalada, y que tengamos que hacer rodar la pesada roca una y otra vez hacia una cima que se antoja imposible.

No podemos estar toda la vida encerrados y con la economía frenada. No podemos permitirnos un brusco repunte de la enfermedad. Y nadie sabe, ni aquí ni en ninguna parte del mundo, cuáles son las medidas correctas en cada momento. De hecho, no tenemos el monopolio de las medidas confusas. En Italia permitirán visitar a familiares a partir del día 4 de mayo, pero no permitirán las reuniones ni las comidas familiares. En Alemania, a pesar de la temprana apertura, el Gobierno ha pedido a la gente que se queden en su casa la mayor parte del tiempo posible.

Hay confusión y es normal. Lo extraño sería tener las ideas claras.

Pero afortunadamente hoy tampoco tengo novedad en el frente.

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