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Sin novedad en el frente. Diario del confinamiento, día 19: ¿Te lo imaginas sin internet?


Los más jóvenes de mis lectores probablemente no son muy conscientes de ello. Pero había un mundo antes de internet, de los teléfonos móviles, del wifi, del GPS y de los servicios online. La pandemia de Covid-19 podría haber ocurrido hace 30 o 35 años, en un mundo que desde el punto de vista tecnológico sería hoy casi irreconocible.


Se quejan maestros y alumnos del esfuerzo titánico que están haciendo para intentar dar una mínima continuidad al curso. Se oyen comentarios sobre la falta de capacidad de los sistemas de aulas virtuales que las comunidades autónomas tenían disponibles… también en el mundo empresarial se ve que unas empresas están mejores preparadas que otras para el teletrabajo. Para muchos, esta crisis nos ha pillado mal preparados (esto es casi una obviedad). Pero yo más bien creo que nos ha pillado a medio preparar, con el vaso medio lleno, en la mitad de una transformación digital que todavía no ha finalizado ni en los hogares, ni en las empresas, ni en la administración pública.

Si una pandemia de estas características hubiese obligado a confinar a medio mundo antes de la era de internet, estaríamos hablando en unos términos distintos. Para empezar, el curso académico se habría perdido. Quizá los estudiantes se habrían presentado en junio para unos exámenes de contenido reducido y así el sistema habría cumplido con el expediente, pero las clases no se habrían reanudado e impartirlas de forma remota habría sido imposible.

Hace 30 años, nadie habría hablado de aplicaciones móviles para el control de los positivos, ni para los servicios de información al ciudadano. El teléfono y el correo postal habrían sido los instrumentos esenciales de comunicación entre las personas. La televisión y la radio, los canales fundamentales para informar a la población. Si el confinamiento hubiese sido obligatorio, como lo es hoy, para todas aquellas funciones no esenciales, los despidos temporales habrían afectado prácticamente a todo el mundo, puesto que la posibilidad de teletrabajar era prácticamente nula.

La rapidísima transmisión de memes y vídeos de broma no habría sucedido, pero sí habría habido chistes y bromas de otro tipo. Serían esencialmente verbales y habrían circulado por teléfono. También habríamos visto a la gente cantar por las ventanas y aplaudir en sus balcones. Porque lo curioso es que, aun sin Whatsapp ni Twitter, la gente se enteraba de las cosas más o menos al mismo tiempo y se podían concertar acciones grupales y vecinales.

Aquel mundo no era esencialmente distinto al nuestro, pero iba más despacio. Y desde el punto de vista del aislamiento de las ciudades, el reto habría sido algo más sencillo, puesto que se viajaba menos y la economía estaba menos globalizada (probablemente el ritmo de expansión de la pandemia también habría sido más lento).

Pero hoy es hoy. Y nos ha pillado con el vaso medio lleno. En el caso de España, con una conectividad envidiable, aunque no perfecta, y con un consistente desarrollo de servicios digitales.

Y lo que parece ya evidente es que esta desgracia, una vez pasada la emergencia médica y el primer impacto de la crisis económica que se nos viene encima, acabará siendo un gran acelerador de los procesos de transformación digital. No me imagino empresa alguna que no vaya a considerar el teletrabajo de modo serio –al menos como alternativa para situaciones excepcionales-, ni me imagino un sistema educativo que no empiece a aprovechar de algún modo las herramientas de formación a distancia que solo ahora se están ensayando de modo general.

Tampoco imagino un sistema sanitario que no apueste por la telemedicina, al menos por una primera consulta por teléfono (como está sucediendo ahora) para los casos más sencillos, para la emisión de recetas… ¡supone tantas ventajas!

En resumen, no me imagino una vuelta atrás, sino un gran paso adelante y un cambio social y económico bastante radical del que estamos protagonizando un primer ensayo general. Lo iremos viendo.

Mi frente de batalla particular está hoy en tensión, a la espera de los acontecimientos, con dos personas convalecientes en casa (de algo que no parece Covid-19). Pero seguimos más o menos bien.


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