Ir al contenido principal

Sin novedad en el frente. Diario del confinamiento, día 64: El significado

El joven soldado Paul Baümer ha combatido en el frente occidental durante toda la guerra. En los cuatro años de contienda, desde 1914 a 1918, ha evolucionado desde un adolescente bisoño al servicio del Káiser Guillermo II a todo un veterano capaz de sobrevivir a cualquier peligro. Ha aprendido a parapetarse en los agujeros creados por el fuego de artillería y a salir rápidamente de ellos cuando caen proyectiles de gas. Sabe correr con la cabeza protegida, aguantar las embestidas del hambre, curar las heridas y aconsejar a los soldados recién incorporados para ayudarlos a cumplir con su deber y, al mismo tiempo, salvar la vida.


Baümer ha sobrevivido a todos sus compañeros de la escuela secundaria, que se alistaron con él al oír la llamada de la patria. Uno a uno han ido cayendo en medio de los horrores de la guerra y él es el único superviviente.

Cuando la contienda está a punto de finalizar, el ya veterano soldado comete una inexplicable imprudencia. Atraído –creo recordar- por la belleza de una mariposa (en la doblemente oscarizada versión cinematográfica de 1930) o por la de un pajarillo (en la versión de 1979), asoma imprudentemente la cabeza por encima del parapeto y cae víctima de un francotirador. Pero la muerte de un simple soldado es un hecho irrelevante, por lo que el parte de guerra del frente Oeste de aquel día no contenía más que una frase: Sin novedad en el frente.

Sin novedad en el frente (Im Westen nichts Neues) es, originalmente, una novela de Erich Maria Remarque dos veces llevada al cine con el título All Quiet on the Western Front. Y lo que siempre me llamó la atención de la historia es el hecho de que, en medio del horror y la desolación, lo que realmente conmueve al protagonista (y que desgraciadamente le cuesta la vida) es la búsqueda de algo bello, de algo que le pueda alegrar el corazón en medio de tan inmensa desgracia.

Es por este motivo que en esta serie de artículos sobre la pandemia de Covid-19 me he esforzado por evitar los aspectos más escabrosos como el recuento diario de bajas o la muy mediocre actitud de buena parte de nuestros políticos y sus corifeos mediáticos. He evitado también entrar de lleno en los aspectos más polémicos, como la gestión de la crisis por parte de las autoridades sanitarias (estatales y autonómicas), las disputas por las competencias de las diferentes administraciones, las acusaciones mutuas de incompetencia o el brutal atentado contra las libertades individuales y colectivas que nos hemos visto obligados a aceptar.

Por algunos otros temas polémicos, como la actuación de la Unión Europea, he procurado pasar medio de puntillas, como para que no se me note demasiado el cabreo, y me he centrado en reflexiones personales que a su vez pueden haber servido a otros para iniciar las suyas propias. Ocasionalmente, he adornado los artículos con algunos vídeos musicales, siempre buscando ese pequeño aliciente de belleza que nos puede alegrar un día.

En resumen, he preferido los aplausos a las caceroladas, los conciertos en los balcones a los abucheos y la emoción del esfuerzo colectivo a las críticas por la gestión de algunos. Si he conseguido arrancar a alguno una sonrisa, generar un momento de paz o invitar a una reflexión, me doy por bien servido y satisfecho.

Iniciar y mantener este diario me ha servido también para reencontrarme con la pasión por la escritura, una actividad que tenía adormecida por años dedicados a contenidos no escogidos por mí y excesivamente encorsetados por las imprescindibles vestimentas de la prosa corporativa.

No sé con qué frecuencia volveré a escribir a partir de ahora. No será a diario, eso es seguro, pues debo dedicar mis horas de sueño al sueño y mis esfuerzos a otros menesteres. Pero sí he visto con claridad que cada día me resultaba quizá un poco más fácil que el anterior el ir hilvanando las ideas y las palabras, así que estos dos meses han supuesto un notable ejercicio que seguiré aprovechando en el futuro.

Volveré a escribir, está claro, y llevaré de vez en cuando una nueva invitación a mis lectores para iniciar una reflexión, o para buscar conjuntamente un momento de esparcimiento y belleza.

Y ahora sí, por última vez, me despido de todos vosotros sin novedad en el frente.

Artículos anteriores de la serie:

Comentarios