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Sin novedad en el frente. Diario del confinamiento, día 60: Lo que nos hace humanos

Hace unos dos millones de años, un homínido primitivo –probablemente el líder de un pequeño grupo familiar- dio un paso extraordinario. Quizá aprovechando una sequía y un bajo nivel de las aguas, encontró la forma de vadear el Mar Rojo (o lo que hubiese en su lugar en aquella época) y sacó a su familia desde su África natal para adentrarse en Eurasia. La escena se repitió hace 90.000 años, solo que esta vez no se trataba de un homínido primitivo, sino de un Homo Sapiens.

Desde entonces, familias de humanos se extendieron en sucesivas oleadas sobre la Tierra. Buscando territorios de caza y recolección primero, o nuevos pastos o terrenos para la agricultura después, los hombres emprendieron un viaje de exploración permanente. Y aun cuando las poblaciones se fueron asentado y las comunidades adoptaron costumbres sedentarias, tentadas con toda probabilidad por la seguridad que ofrecían sus hogares, no faltó nunca algún personaje aventurero para iniciar un viaje, superar una montaña, cruzar un rio caudaloso, atravesar un nuevo valle y adentrarse en Terra Incógnita.


Ese afán de descubrimiento y aventura es lo que nos hace humanos. Necesitamos estar en movimiento, adentrándonos en nuevos parajes.

Y el confinamiento nos destruye el espíritu porque nos obliga a estarnos quietos, demasiado quietos. De esta forma, nuestros sentidos quedan abotargados y nuestra alma se adormece sin remedio.

Por eso es importante que cada uno de nosotros identifique de vez en cuando cuál será su próxima exploración, su próximo reto. Puede ser una exploración física, como un viaje cuando vuelva a ser posible, o meramente intelectual, como la lectura de un libro sobre un tema que nos resulte totalmente desconocido. También puede ser un viaje emocional, como la búsqueda de una pareja.

Se trata de identificar ese desafío personal que nos devuelve la inquietud por lo nuevo que tenía el humano primitivo.

La escritura de este blog está siendo uno de esos viajes fascinantes. Y recientemente he encontrado un nuevo viaje aventurero al que dedicaré mis energías futuras. Es un viaje apasionante, como el de aquella familia que acertó a cruzar el Mar Rojo.

Lo espero lleno de expectación.

Una vez más, me despido sin novedad en el frente.

 

Artículos anteriores de la serie:

Diario del confinamiento, día 1: en territorio hostil

Diario del confinamiento, día 2: ‘Gens Una Sumus’

Diario del confinamiento, día 3: Cuando el suelo no iba a desaparecer bajo nuestros pies

Diario del confinamiento, día 4: La máquina del tiempo

Diario del confinamiento, día 5: Conócete a ti mismo

Diario del confinamiento, día 6: ¡Día del Padre!

Diario del confinamiento, día 7: Primavera, que no es poco

Diario del confinamiento, día 8: En los brazos de Caissa

Diario del confinamiento, día 9: Desubicados

Diario del confinamiento, día 10: Madrid 2021

Diario del confinamiento, día 11: Lecciones de tiempos de crisis

Diario del confinamiento, día 12: Colección Héroes

Diario del confinamiento, día 13: Amor clandestino

Diario del confinamiento, día 14: Seguid cantando

Diario del confinamiento, día 15: Héroes y villanos desde el salón

Diario del confinamiento, día 16: El pequeño placer de las buenas noticias

Diario del confinamiento, día 17: Primera escaramuza

Diario del confinamiento, día 18: Sobre un médico de Chechenia y unos ginecólogos españoles

Diario del confinamiento, día 19: ¿Te lo imaginas sin internet?

Diario del confinamiento, día 20: Curiosidades de la ‘gripe española’

Diario del confinamiento, día 21: Lo que de verdad importa

Diario del confinamiento, día 22: El espejismo

Diario del confinamiento, día 23: El error de Robinson Crusoe

Diario del confinamiento, día 24: La pandemia de las ‘fake news’

Diario del confinamiento, día 25: Libre te quiero

Diario del confinamiento, día 26: Elogio de la resiliencia y del pingüino emperador

Diario del confinamiento, día 27: Prejuzgar, siempre prejuzgar

Diario del confinamiento, día 28: Un pequeño lujo de cuarentena

Diario del confinamiento, día 29: El ocaso de los ‘magufos’

Diario del confinamiento, día 30: El arte de leer las señales

Diario del confinamiento, día 31: La otra forma de viajar

Diario del confinamiento, día 32: Mezquindades

Diario del confinamiento, día 33: La hora de la naturaleza

Diario del confinamiento, día 34: Eso que llamábamos ‘normalidad’

Diario del confinamiento, día 35: la confusión del minotauro

Diario del confinamiento, día 36: La soberbia humana

Diario del confinamiento, día 37: Impacto generacional

Diario del confinamiento, día 38: Las noticias del mundo al revés

Diario del confinamiento, día 39: Jugarretas de la mente oscura

Diario del confinamiento, día 40: Soneto del confinamiento

Diario del confinamiento, día 41: Sobre el día del libro y otras efemérides

Diario del confinamiento, día 42: En tu casa y en la mía

Diario del confinamiento, día 43: Reality show

Diario del confinamiento, día 44: El confinado de piedra

Diario del confinamiento, día 45: La fotografía tramposa

Diario del confinamiento, día 46: Hauser, hoy era el día

Diario del confinamiento, día 47: El día de Sísifo

Diario del confinamiento, día 48: Deportes de riesgo

Diario del confinamiento, día 49: ¡Inmunes!

Diario del confinamiento, día 50: Libertad por horas

Diario del confinamiento, día 51: ¡Día de la Madre!

Diario del confinamiento, día 52: Carrera de hamsters

Diario del confinamiento, día 53: Enemigos íntimos

Diario del confinamiento, día 54: Todo tiempo pasado fue anterior

Diario del confinamiento, día 55: El rapto de Europa

Diario del confinamiento, día 56: Será porque yo quiero

Diario del confinamiento, día 57: La gente que me gusta

Diario del confinamiento, día 58: Cuesta arriba se piensa mejor

Diario del confinamiento, día 59: Músicas para una pandemia


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