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Sin novedad en el frente. Diario del confinamiento, día 63: La partida de ajedrez

La naturaleza del juego ha cambiado. Y eso nos obliga a replantearnos la estrategia. Durante buena parte de los dos meses anteriores la partida de ajedrez que estábamos jugando contra el coronavirus se asemejaba a las grandes batallas épicas del romanticismo. El ataque del SARS-COV-2 fue, durante semanas, una embestida digna de los mejores jugadores de ataque, como el mítico Mijail Tal o el impresionante Gary Kasparov.

No quedó más remedio que jugar a la defensiva, bloquear toda posible vía de transmisión del virus al igual que un jugador de ajedrez trata de bloquear y dominar las casillas críticas cuando se ve sometido a un ataque, en la espera de que la ofensiva se acabe diluyendo. Y mientras tanto, va preparando también su contra juego, ubicando sus piezas para tomar la iniciativa del mismo modo que la ciencia ha ido buscando, a un ritmo frenético, tratamientos y vacunas contra la enfermedad.

Esa gran ofensiva ya parece haberse diluido. Y lo que se nos viene encima es otro tipo de juego. No será una partida, sino muchas, que se extenderán durante meses. El juego ahora será más estratégico y posicional, de avances lentos y retrocesos ocasionales. Habrá que ir dominando determinadas zonas del tablero y cediendo en otras para aliviar la presión. Y así, continuamente, levantando y endureciendo de forma alternativa las restricciones del confinamiento para dar al virus las menores oportunidades posibles de despertar y al mismo tiempo ofrecer a la población la oportunidad de volver a vivir algo parecido a una vida y a la economía la de reactivarse.

A los mandos necesitamos a un Anatoly Kárpov o un Magnus Carlsen, jugadores de destacada habilidad para ir aprovechando las pequeñas ventajas y, al mismo tiempo, minimizar los riesgos.

La certeza de que el juego se va a extender durante mucho tiempo me obliga a mí también a replantearme qué hacer con este diario. Llevo más de dos meses acudiendo de forma fiel a esta cita. Al principio esperaba un hito tan notable como un Final del Confinamiento para poner fin al diario. Pero hoy sé que tal final no es realmente posible, sino que el camino se alargará durante semanas o meses. Pensé luego en aprovechar un posible cambio de fase, pero resulta que esos cambios son desiguales por territorios, que en Madrid no está nada claro cuándo se entrará en la fase 1, que en otras zonas se habla de fase 0,5…

Me he quitado horas de sueño para acudir a esta cita y empiezo a notar el cansancio, amén de que estoy cerca de embarcarme en otro proyecto que requerirá de toda mi energía.

Por este motivo, he decidido que el de mañana será el último artículo de esta serie. El hito que he encontrado es bastante peregrino. Será el artículo número 64, y resulta que es un número casi sagrado para un jugador de ajedrez. Para mí, una obra con 64 capítulos es tan redonda como puede serlo para otro una que tenga 100.

Esto no significa que vaya a dejar de escribir, solo que ya no me comprometo a hacerlo a diario y que esta serie quedará cerrada, dándome a mí mismo la libertad de escoger otros temas y divagar por otros derroteros.

Mañana desvelaré, eso sí, alguno de los motivos que me han llevado a realizar este diario y a titularlo Sin Novedad en el Frente.

 

Artículos anteriores de la serie:

Diario del confinamiento, día 1: en territorio hostil

Diario del confinamiento, día 2: ‘Gens Una Sumus’

Diario del confinamiento, día 3: Cuando el suelo no iba a desaparecer bajo nuestros pies

Diario del confinamiento, día 4: La máquina del tiempo

Diario del confinamiento, día 5: Conócete a ti mismo

Diario del confinamiento, día 6: ¡Día del Padre!

Diario del confinamiento, día 7: Primavera, que no es poco

Diario del confinamiento, día 8: En los brazos de Caissa

Diario del confinamiento, día 9: Desubicados

Diario del confinamiento, día 10: Madrid 2021

Diario del confinamiento, día 11: Lecciones de tiempos de crisis

Diario del confinamiento, día 12: Colección Héroes

Diario del confinamiento, día 13: Amor clandestino

Diario del confinamiento, día 14: Seguid cantando

Diario del confinamiento, día 15: Héroes y villanos desde el salón

Diario del confinamiento, día 16: El pequeño placer de las buenas noticias

Diario del confinamiento, día 17: Primera escaramuza

Diario del confinamiento, día 18: Sobre un médico de Chechenia y unos ginecólogos españoles

Diario del confinamiento, día 19: ¿Te lo imaginas sin internet?

Diario del confinamiento, día 20: Curiosidades de la ‘gripe española’

Diario del confinamiento, día 21: Lo que de verdad importa

Diario del confinamiento, día 22: El espejismo

Diario del confinamiento, día 23: El error de Robinson Crusoe

Diario del confinamiento, día 24: La pandemia de las ‘fake news’

Diario del confinamiento, día 25: Libre te quiero

Diario del confinamiento, día 26: Elogio de la resiliencia y del pingüino emperador

Diario del confinamiento, día 27: Prejuzgar, siempre prejuzgar

Diario del confinamiento, día 28: Un pequeño lujo de cuarentena

Diario del confinamiento, día 29: El ocaso de los ‘magufos’

Diario del confinamiento, día 30: El arte de leer las señales

Diario del confinamiento, día 31: La otra forma de viajar

Diario del confinamiento, día 32: Mezquindades

Diario del confinamiento, día 33: La hora de la naturaleza

Diario del confinamiento, día 34: Eso que llamábamos ‘normalidad’

Diario del confinamiento, día 35: la confusión del minotauro

Diario del confinamiento, día 36: La soberbia humana

Diario del confinamiento, día 37: Impacto generacional

Diario del confinamiento, día 38: Las noticias del mundo al revés

Diario del confinamiento, día 39: Jugarretas de la mente oscura

Diario del confinamiento, día 40: Soneto del confinamiento

Diario del confinamiento, día 41: Sobre el día del libro y otras efemérides

Diario del confinamiento, día 42: En tu casa y en la mía

Diario del confinamiento, día 43: Reality show

Diario del confinamiento, día 44: El confinado de piedra

Diario del confinamiento, día 45: La fotografía tramposa

Diario del confinamiento, día 46: Hauser, hoy era el día

Diario del confinamiento, día 47: El día de Sísifo

Diario del confinamiento, día 48: Deportes de riesgo

Diario del confinamiento, día 49: ¡Inmunes!

Diario del confinamiento, día 50: Libertad por horas

Diario del confinamiento, día 51: ¡Día de la Madre!

Diario del confinamiento, día 52: Carrera de hamsters

Diario del confinamiento, día 53: Enemigos íntimos

Diario del confinamiento, día 54: Todo tiempo pasado fue anterior

Diario del confinamiento, día 55: El rapto de Europa

Diario del confinamiento, día 56: Será porque yo quiero

Diario del confinamiento, día 57: La gente que me gusta

Diario del confinamiento, día 58: Cuesta arriba se piensa mejor

Diario del confinamiento, día 59: Músicas para una pandemia

Diario del confinamiento, día 60: Lo que nos hace humanos

Diario del confinamiento, día 61: Tan lejos y tan cerca

Diario del confinamiento, día 62: Desde mi atalaya


Comentarios

Isabel ha dicho que…
¿Realmente crees que "la ofensiva parece haberse diluido"? No pienso lo mismo ni de lejos. Creo que esta calma chicha, producida por el confinamiento, precede a la tormenta que será la desescalada. El símil del ajedrez me parece muy acertado, pero aplicado a las autoridades sanitarias frente al poder económico. Ahí sí se está librando una batalla épica en la que nos jugamos mucho y que, me temo,ganarán los de siempre, sin concesiones.
Siento que despidas el Diario, aunque me alegro de tu nuevo proyecto, como te dije. ¡La envidia me corroe!
Fabián ha dicho que…
Sí, Isabel. Yo creo que la ofensiva inicial se ha diluido. No por casualidad, sino por que lleamos 8 semanas de confinamiento. Siguiendo con el símil del ajedrez, es en la desescalada donde tenemos que jugar como Anatoly Karpov, manteniendo un dificilísimo equilibrio entre la necesidad de abrir la economía y la de mantener el sistema sanitario funcionando.

Mientras no haya vacuna eficaz y ampliamente disponible (y para eso falta un año o año y medio como poco), la enfermedad seguirá extendiéndose. Eso es inevitable. La clave es conseguir que se extienda despacio, de forma que los sistemas sanitarios puedan soportarlo. Y al mismo tiempo conseguir que vuelva la actividad (aunque sea a mínimos).