Etapa 3
La Laguna - Triacastela
Unos 23 km.
Sin bajas
No creo que pueda haber en el Camino nada tan estremecedor, y al mismo tiempo tan mágico, como escuchar aullidos en la noche.
Me ocurrió esta madrugada. Yo caminaba en solitario, antes del amanecer, pues me había levantado temprano y decidí no esperar media hora a lo tonto a que abriesen el bar. Tenía un breve recorrido nocturno, abandonando la comarca de El Bierzo, en León, para adentrarme en la provincia de Lugo.
A los 10 o 15 minutos, andando solo en el monte y a oscuras, oí los aullidos, a los que siguieron docenas de ladridos de perros. No puedo saber si los aullidos eran de lobo -quiero imaginar que sí- o de los propios perros saludándose unos a otros. En todo caso fue un momento emocionante.
¿Miedo? Ninguno. Todo aquello sonaba en la lejanía, al otro lado del valle. Lo que yo sentía era más bien la ilusión de estar viviendo un momento muy especial y creado solo para mí. Mientras los otros peregrinos esperaban sin duda para tomar un café, yo estaba caminando solo en la noche y escuchando la música de la Madre Naturaleza. Por vivir ese momento ya me ha merecido la pena iniciar el viaje.
Tenía solo una media hora de recorrido nocturno hasta llegar al lugar de O Cebreiro, donde llegué al amanecer. Es una localidad pequeña y bella, muy bien reconstruida, y que conserva algunas cabañas de pastores restauradas junto a los tradicionales albergues y alojamientos de peregrinos.
Allí había un bar abierto y paré a desayunar. Coincidí con varios caminantes que habían pasado la noche allí y que había conocido la jornada anterior.
Con uno de ellos, el hombre de origen eslavo que ya mencioné ayer, anduve un trecho del camino. Supe que era esloveno y en su inglés roto me contó que venía caminando desde Lourdes y que, tras llegar a Santiago, donde esperaba estar un par de días, tenía previsto continuar andando hacia Portugal ¿Quizá hacia Fátima?
Justo en la etapa de hoy, dos o tres kilómetros más adelante de donde estábamos, iba a hacer su kilómetro 800. Así que me pidió que le hiciese una foto, sacó un cartel con un 800 bien grande escrito e inmortalicé ese momento para su familia y amistades.
Me lo agradeció mucho y poco después lo perdí de vista. Era un hombre algo mayor que yo, pero en gran forma física. Alto, delgado, con la piernas largas, sus zancadas eran superiores a las mías y yo no le podía seguir el ritmo. Le deseo lo mejor en su largo peregrinar.
También le deseo lo mejor a Joan, el catalán con incontinencia verbal con quién cené anoche. En la agradable hora y media que compartimos aprendí que hay unas 587 formas erróneas de preparar el pan con tomate y solo una correcta, que empieza en el momento mismo de cortar el tomate. Tan específica es la forma de hacerlo que intuyo que pronto crearán un grado universitario para asegurar una buena cantera de expertos.
Acerté a indicar que una de las cosas que más me gustaban del Camino es su carácter internacional. Me miró con cara de espanto. Supe que no hablaba inglés y que, en los diferentes tramos del Camino que ha ido haciendo en los últimos años, sus peores momentos han sido cuando ha coincidido en albergues solo con guiris y no podía hablar con nadie. Dada su locuacidad, no me extraña que le haya resultado duro.
También acerté a apuntar que el Camino tiene algo especial y que para la gente religiosa debe ser realmente una experiencia única. Joan aprovechó para contarme sus fuertes opiniones sobre la Iglesia, que no reproduciré aquí por temor a ser excomulgado o, aún peor, que este blog sea cancelado. Baste con decir que él fue el primer hombre en casarse por lo civil en su pueblo, para gran escándalo de su comunidad.
En todo caso, el tema religioso nos dio para hablar de arte románico, de Eric el Belga y sus robos de arte sacro, de la Sagrada Familia y, por extensión, de toda la obra Gaudí, y hasta de las obras de arte expoliadas a los egipcios y de un viaje suyo a la Croacia de Tito. No me preguntéis como llegamos a estos dos últimos temas, porque la verdad es que no me acuerdo.
Volviendo al día de hoy, la etapa ha sido mucho más cómoda que la anterior. Tras algún subi-baja inicial, la mayor parte de la ruta ha sido descendente. He caminado a muy buen ritmo y, aún habiendo parado tres veces a desayunar (la última un café y dos huevos fritos con lomo, vamos, un almuerzo pero que estaba en la carta de desayunos), he llegado a mi destino a la una de la tarde, con tiempo sobrado para descansar.
Ha hecho un tiempo bastante bueno, tirando a fresco, pero con solo amagos de lluvia. Un tiempo excelente para caminar.
Ahora llueve a cántaros, pero estoy refugiado en un albergue estupendo, muy limpio y moderno, en una habitación con 18 camas en la que estoy yo solo. Vamos, que tengo habitación privada, con cocina y dos baños, por solo 12 euros la noche.
Eso sí, creo que voy a echar de menos las conversaciones con los otros peregrinos.
Hasta mañana.
Comentarios